Vigilar y castigar vs. máquinas de aprender

Por Dolors Reig

Leía hace poco una página digital en la que un señor, cuyo nombre no recuerdo, aconsejaba a los que quisieran ser buenos preceptores tecnológicos para sus hijos, no sólo aquello tan conocido de situar el ordenador en el centro del salón principal, al más puro estilo panóptico de Bentham sino algo si cabe más desafortunado: castigar a los niños que incumplieran cualquier norma con eliminarles 10 contactos en Tuenti.

Y es que con esto de Internet y el miedo o la pereza a aprender que provoca en los adultos, o que a veces parece la víctima perfecta de los más diversos especímenes de retrógrado, no ganamos para sustos.

Quise al leerlo cambiarme de humanidad, o mejor, empezar a quejarme de la baja calidad, del carácter de mera opinión infundada de algunos de los contenidos que se publican en la red. Pero afortunadamente vino una invitación a participar en el Horizon Advisory Board Internacional de 2011 y entre sus muchas interesantes lecturas recomendadas destacaba, entre otros, un artículo de Clive Thomson en Wired que me devolvía la fe :)

 

Leemos, escribimos más

Andrea Lunsford es una profesora de escritura y retórica en la Universidad de Stanford, donde dirige un proyecto, the Stanford Study of Writing para evaluar la calidad de la prosa de sus estudiantes. Desde 2001 a 2006 ha recogido 14,672 ejemplos de escritura (desde deberes, ensayos formales, artículos en journals a emails, posts, sesiones de chat, etc…) y los ha analizado para llegar a la siguiente conclusión:

“Creo que estamos en medio de una revolución en las alfabetizaciones comparable a la que se producía con la civilización griega.  No es que la tecnología esté matando nuestra habilidad para escribir. Muy al contrario: la está reviviendo y dirigiendo nuestra alfabetización en nuevas direcciones.”

Así, la gente joven, esta a la que tanto nos gusta, a padres y maestros, criticar, no sólo estaría lejos de estar volviéndose estúpida sinó que incluso escribiría más que ninguna otra generación anterior. Y eso debido a un motivo evidente: gran parte de su socialización ocurre online y casi siempre implica texto. Así, el 38% de la escritura de los alumnos de Stanford tenía lugar fuera de la clase.

El mundo actual de la escritura online, especialmente en chats o hilos de discusión es conversacional y público, lo cual lo acerca a la tradición de discusión  griega, más que a la escritura asincrónica y ensayística de hace 50 años.

Demuestran, además, una flexibilidad que muchos/as parecen haber perdido: No se trata de escribir bien o mal. Simplemente adaptan su forma de escritura dependiendo de a quién o porqué están escribiendo.

 

No existe la multitarea

Texting, surfing, stuying (New York times) es otra de las perlas que encontraba entre las lecturas que nos aconsejan como miembros del panel asesor del Horizon 2011, otro artículo que alimenta (con el constante  y fuerte aliento de los lectores de este espacio) mis ganas de continuar.

Se habla en él del mito de la multitarea, de cómo no es cierto que los denominados nativos digitales puedan prestar atención a más de una tarea a la vez. Lo que suelen hacer es simultanear tareas cuando ambas requieren bajas dosis de atención, pero cuando estudian o deben concentrarse, la tarea secundaria, aparentemente paralela, resulta ser repetitiva, monótona, trivial, como una película que ya se ha visto o una herramienta de chat asíncrono que permita decidir cuándo va a responderse.

Dicho en otras palabras, la multitarea es una impresión subjetiva, lejos de la realidad. El cerebro no puede procesar dos tareas de alta exigencia cognitiva a la vez. Puede, como mucho, si ambas tareas son exigentes, alternar entre las dos.

 

Texting como capacidad de síntesis y “fitness” cerebral

Y eso a pesar de que diversas investigaciones están identificando el Texting, la tendencia a acortar palabras en sms (y twitter) con una suerte de fitness, de ejercicio mental que termina siendo beneficioso y no perjudicando la correcta expresión lingüística.

En fin… que es posible que tengamos que respetar a nuestros hijos/as, permitirles leer, escribir, relacionarse, en el centro del salón, en la calle desde sus móviles, en su habitación o en cualquier lugar que buenamente deseen, no vaya a ser que se confundan y empiecen a comportarse como personajes decimonónicos y no como los responsables de los siguientes años de nuestra evolución.

 

Nota: El título de este post recrea el de una conocida obra de Michael Foucault, “Vigilar y Castigar”, uno de los autores a los que debemos, en mi opinión, parte de las nuevas visiones, más humanitarias, menos institucionalizadas, educativas, de tratamiento, no solamente de control, de las que considera distintas formas de “antisocialidad” (locura, delincuencia, etc…).

(Este post forma parte de la presentación que realicé para el II Congreso Internacional de Menores en las TIC los días 26 y 27 de Octubre de 2010)

Fuente: El Caparazón. Post original aquí.

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